El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha publicado los datos referentes al periodo 2009-2013, en el que aparece un descenso del 61% en las adopciones internacionales llevadas a cabo por familias españolas. Se ha pasado de 3.006 adopciones a 1.188, con una disminución en todos los continentes.
A pesar de ello, destacan que en América Latina en el ejercicio anterior se realizaron 66 adopciones, mientras que las cifras son muy superiores para Asia y Europa del Este, con 423 y 416 respectivamente, y también para África con 283 procesos desarrollados con éxito.
Cuando estas cifras llegaron a mis manos, y después de todo el terremoto informativo que durante el verano de 2014 se ha ocasionado con las adopciones en Rusia y en Etiopía, los datos que han publicado no me parecen tan extraños. Lo primero que una persona ha de tener en cuenta a la hora de iniciar los trámites de adopción internacional es que son caros. Parte de los trámites burocráticos se basan en traducir de un idioma a otro, todos los documentos y formularios que se rellenan así como los diversos informes que sobre idoneidad y situación familiar se emiten por los diferentes organismos que toman parte en estas tareas de adopción. Otra parte del dinero, se dedica a financiar y sostener a los centros, instituciones o estados que han ejercido el cuidado y la potestad de los niños que pueden ser adoptados. Y otra parte, se emplea en el mantenimiento de los padres que van a adoptar cuando pasan un tiempo en el país de la adopción para ir terminando trámites y empezar a conocer al niño o niña que van a adoptar y que es nuevo miembro de la familia, y que también se adapte a los nuevos adultos.
Un dato que no aparece en esa publicación, o al menos la que llegó a mis manos, no especifica qué países permiten la adopción a familias y parejas formadas por dos adultos del mismo sexo.
Desde que en el verano de 2005 se permitiera contraer matrimonio a las parejas del mismo sexo, algunos países dejaron de colaborar de manera tan directa con España en las adopciones internacionales. Hasta ese momento, países africanos que permitían la adopción por parte de personas individuales dejaron de permitirlo, y además establecieron claramente en sus disposiciones que los adoptantes serían matrimonios formados por un hombre y una mujer.
En América Latina, pasó más o menos lo mismo, con lo que el abanico de adopciones internacionales para las personas LGTB se empezaba a reducir. Y como no podía ser de otra manera, en este verano del 2014, y con la crisis entre la Unión Europea y Rusia, los niños vuelven a ser víctimas de la situación política. Hasta este momento, Rusia no había puesto excesivas trabas a las adopciones pero ahora, solo permite la adopción a matrimonios heterosexuales. Esto supuso un enfrentamiento dentro del Congreso de los Diputados, pero como el asunto económico del Gas y de las Verduras y demás eran más importantes, esta cuestión casi pasó desapercibida si no hubiera sido por esas familias que tenían procesos de adopción abiertos o casi con la criatura en sus brazos y que levantaron su voz.
Y ahora, seguimos poco más o menos en lo que a materia de adopciones internacionales se refiere. Son pocos los países que permiten la adopción a matrimonios de personas del mismo sexo. Las razones que siguen esgrimiendo son las mismas de cualquier manual con tintes homófobos: la necesidad de una familia formada por un padre y una madre, que sea capaz de aportar la estabilidad económica, social y demás elementos necesarios para el desarrollo de la persona adoptada.
Ante esta perspectiva a mí me queda una duda: si aparentemente los padres son heterosexuales irreprochables y con unos profundos valores tradicionales sobre la familia,
¿qué puede suceder si el niño o la niña adoptada manifiesta con el paso de los años una afectividad-sexual no heterosexual?
¿Estarán preparados esos padres para asumir esa situación? ¿Pretenderán invalidar el documento de adopción?¿Serán capaces de rechazar a esa persona que han adoptado y criado (y suponemos que han amado) solo por esa pequeña diferencia?
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