Desde Puerto Rico a Costa Rica. Jesús Hernández viajó más de 2.000 kilómetros con maletas cargadas de maquillaje, vestidos ajustados y zapatos de tacones superiores a los 15 centímetros.
Él trajo sus mejores galas y la actitud más apropiada para enfrentarse a los otros siete hombres que participarían en la primera edición del Miss Latina Gay International.
Este concurso pasó sin pena ni gloria para la mayor parte del país; sin embargo, para Jesús –o mejor dicho para Yeveah Altieri , su nombre de transformista–, este certamen era tan importante como es el Miss Universo para la Miss Costa Rica . Quizás hasta más.
Aunque tiene cinco años de participar en este tipo de competencias, Yeveah no se confió; prefirió prepararse desde semanas antes y también le advirtió a su maquillista personal, Edwin Irizarry, que debía acompañarle. “A donde vaya, él debe ir porque tengo que lucir divina para mis chicos”.
Esta dedicación tuvo sus frutos porque el jurado le dio la codiciada corona. En los certámenes de belleza femeninos, así sean de los más básicos, los premios van desde carros hasta millones de colones; en este, Yeveah se fue satisfecha con solo $1.000 en su bolsillo y una noche gratis en el mismo hotel josefino en el que se hospedó durante la actividad.
El vestuario ya había sido seleccionado: Yeveah, de 28 años, saldría con un vestido rosado, diez dedos arriba de la rodilla, y de una manga. Así llegó hasta el Lucho Barahona, en donde ensayó sus pasos hasta las 11 p. m. del sábado a vista y paciencia de siete espectadores .
El telón cayó, porque parte del equipo de la organización debía montar la escenografía: unas puertas hechas con cartulina blanca y unas mantas del mismo tono con flores pintadas sin mayor destreza.
Pero lo sencillo del montaje era lo de menos, las transformistas de El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Venezuela, Costa Rica, Panamá y Puerto Rico salían por esas puertas y desfilaban por la tarima de madera como si estuvieran caminando por un palacio real. Todas con gracia pero, sobretodo, imponencia.
Como siempre ocurre en un certamen de belleza, el drama predominó. La representante de Honduras fue sacada minutos antes del arranque por un problema entre su mánager y el organizador de la actividad, el panameño Ricardo Castillo.
Superado el altercado, el show debía comenzar, aunque fuera más de una hora tarde y frente a solo 30 personas (incluidos los jueces y la prensa), en un lugar al que le caben más de 200.
El certamen tomó de ejemplo otros concursos de belleza, como el Miss Costa Rica, y fue por eso que, entre cada pasarela, ofreció al escasísimo público gran variedad de shows , hechos por transformistas ticos, quienes se hacían pasar por Rocío Durcal y Miley Cyrus .
A pesar de que el repertorio no estuvo mal, los espectadores comenzaban a desesperar. Tenían horas de estar sentados en las butacas y hablando entre sí para hacer menos eterna la espera por los resultados.
El momento de las preguntas siempre es de lo más llamativo y, tal como si fueran jueces, los asistentes aprobaban o desaprobaban, con sus gestos, las respuestas de las participantes. A ellos les cuestionaron: ¿Cómo vive las dos realidades: hombre y transformista? o ¿qué significa ser gay?
Pronto salta la diferencia entre este test y los que abundan en justas de belleza tradicionales, como Miss Costa Rica, donde las preguntas-cajón son el –desabrido– plato fuerte: “¿Cuál es la importancia de la paz mundial? ¿Cómo frenaría el maltrato animal?
Mientras el jurado deliberaba, la presentadora repetía los premios que se llevaría la ganadora. Cuarenta minutos después, bajan las luces. Llegó el momento. Los corazones se aceleran; las caras de las chicas estaban pálidas.
Era como estar viendo una final de Miss Costa Rica: los nervios y ansias eran las mismas, aunque sin tanta luz ni caras famosas.
La local Reyshell Carialis: segunda virreina. Da un paso al frente, sonríe, recoge su ramo de flores y se relaja.
Sheremid De la Flor, de Panamá: primera virreina. Hace lo mismo que Reyshell, solo que con un dejo de tristeza, pues estuvo a un paso de ser la ganadora.
Yeveah Altieri es la Miss Latina Gay International 2014 y, como buena reina de belleza, se llevó sus dos manos a la boca al oír su nombre, tembló, se agachó, se levantó, caminó hacia el frente, dio las gracias a todos y se puso la corona.
“Vamos a seguir trabajando para hacer plataformas más grandes para los transformistas, para que se puedan expresar y dar a conocer. Ese será mi objetivo”, fueron las palabras de la reina.
En este punto, no importaba si llegaron 30 o 200 personas al Lucho Barahona. No importaba si Costa Rica no estaba ni enterado del certamen. Tampoco interesaba si la escenografía parecía humilde. Lo relevante era terminar el concurso con la cabeza en alto, orgullosas de ser transformistas.
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02-08-2014 | nosgustas.com
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