Esta semana Marruecos ha celebrado su particular Día del Orgullo Gay. Por su puesto, en un país en el que el artículo 489 del Código Penal ilegaliza la práctica de la homosexualidad no existen carrozas ni cuerpos semidesnudos dorándose al sol. Amar a una persona del mismo sexo está castigado con penas que van de los tres meses a los tres años de prisión. Aún así, el lunes 20 de octubre los movimientos LGTB clandestinos conmemoraron el suicidio en 2007 de Leila Amrouche, una activista marroquí que prefirió acabar con su vida a someterse al matrimonio forzoso con el que su familia pretendía curar su homosexualidad, según noticias publicada en la página web msn.com
A los encuentros secretos y mesas redondas que se han organizado seguramente hayan llegado los ecos de un libro que es imposible adquirir en el país magrebí. Se trata de 'Mémoires d'un Soldat Marocain' ('Memorias de un soldado marroquí'), publicado recientemente en Francia, por la editorial Edilivre. El volumen supone un ataque frontal a la corruptela de la cúpula militar marroquí por parte de Abdelilá Issou, un ex oficial del Ejército formado en la Real Academia Militar de Mequinez y que terminó exiliado en España en 2000, donde colabora con el CNI.
Más allá de los negocios sucios del poderoso general Bernani, el dedo acusador de Issou llega más alto y apunta al monarca Mohamed VI y sus preferencias sexuales. De hecho, afirma ser el autor de un informe sobre las tendencias del monarca alauí. «Por mi parte, yo presenté a J.M. un informe sobre la orientación sexual del príncipe heredero, el actual rey Mohamed VI, y su amistad con Abderrahmane Alaoui, Bihmane para sus íntimos, quien fue mi compañero de promoción en la Academia Real Militar».
Según prosigue su relato, Aloui, mejor amigo del monarca, era el «nieto de un esclavo negro que había servido en el palacio (los descendientes de estos esclavos viven todavía, en un estado de semi-esclavitud, en la ciudad real de Touarga, un municipio con un estatuto especial que forma parte de la prefectura de Rabat, localizada en el Méchoaur). Abderrahmane fue amigo y compañero de juegos del joven príncipe, más tarde uno de sus confidentes y compañero de salidas nocturnas, pero de esto no encontramos ningún rastro en los anales oficiales vista la relación embarazosa para el palacio».
A pesar de la confidencialidad del informe elaborado por él mismo, Issou asegura en su manuscrito que los devaneos del actual monarca eran de sobra conocidos por las clases altas de Marruecos. «Ha sido, durante tiempo, un secreto a voces en Marruecos. En los salones acomodados de la buena sociedad de Rabat y de Casablanca se hablaba abiertamente de ello durante los últimos años de reinado de Hassan II. La gente sabía que, pronto, iban a tener que vérselas con un Comendador de los Creyentes atípico, una primicia en Marruecos», escribe Issou.
Para llegar a entender la gravedad de estas afirmaciones, hay que tener en cuenta lo que supone la figura del monarca para la fe de su pueblo. El rey alaui es considerado Amir al-Mu'minin, líder religioso de su nación.
A pesar de esto, a Issou no le tiembla la mano para dejar escritas misteriosas frases como la siguiente. «Después de su llegada al trono, continuaron esos viajes, o más bien esas escapadas repetidas a lugares como América del Sur (Brasil, Santo Domingo...) y los rumores persistentes sobre la adicción del rey...».
En Memorias de un soldado marroquí, Issou no hace ninguna referencia a la princesa Salma y la boda de Mohamed VI, quien no tardó en tener descendencia (en 2003, sólo un año después de su matrimonio, nació el príncipe heredero Moulay Hassan y en 2007, la princesa Lalla Khadija). Sin embargo sí que habla del final del amigo íntimo del rey, Abderrahmane Alaoui.
Según su relato, en 1995 ambos coincidieron en Tánger, donde Alaoui había sido destinado a la gendarmería. Una noche ambos compartieron copas y charlas en un bistrot de la ciudad. A medida que la noche avanzaba, el alcohol empezó a hacer efecto y su lengua se soltó. «Me dejó entender que su relación con su gran amigo no era ya tan buena y que ello era debido a ciertos informes confidenciales, de los que no me explicó su naturaleza, que el ministro del Interior en la época, el todopoderoso Driss Basri, habría presentado al rey Hassan II. Unas horas más tarde, su chófer nos pasó a recoger, y me dejaron, de paso, en el faro de Malabata. Ya no lo volví a ver».
Para leer el artículo completo, pinchad aquí.
© 2014 - 2024 Development by Clara Díaz Fonticoba. All Rights Reserved.