Guiri-gay en Barcelona. La ciudad se propulsa como meca homosexual, con récords de asistencia internacional al Circuit Festival. Tiendas, bares y servicios hacen el agosto y amplían horarios para atraer a un viajero que gasta más que la media. Con estos titulares la página web de El Periódico nos cuenta como "va el Circuit".
Pasear por el Eixample izquierdo estos días es un espectáculo no apto para estrechos de miras. El Gaixample ha eclosionado como nunca, con miles de gais llegados de medio planeta que lo han convertido en su microcosmos favorito, alternándolo con visitas diarias a la playa (en especial la Mar Bella) y a las fiestas que programa en batería y durante 12 largos días el pujante Circuit Festival. Van de la mano, se besan y se relacionan con la naturalidad que permite una ciudad gayfriendly y tolerante como Barcelona, aspecto que ha sido clave para propulsarla como meca del turismo homosexual. Actualmente, aparece en todos los rankings de destinos preferidos por el colectivo, pero no cabe duda de que en verano la capital catalana se lleva la palma por un mix único: el festival más largo del mundo, clima redondo para pasar las vacaciones, playas, gran oferta de negocios, servicios y ocio para el colectivo y, sobre todo, libertad.
Y aunque algunos critican que el Circuit es solo la cara más hedonista del boom del turismo gay, lo cierto es que resulta la manifestación más desenfadada y pública. El reciente desfile del Pride, como cada junio, combina la exhibición y la reivindicación. Pero ahora, y pese a la bienintencionada oferta cultural (exposiciones y charlas), la mayoría de los más de 70.000 asistentes (récord) del festival buscan diversión, como corresponde a las vacaciones que la mayoría hacen coincidir con esta escapada. En algunos casos, representa la única fecha del calendario en que salen del armario y rompen los convencionalismos de sus países.
Tal vez por eso, la cita de estos días tiene un marcado componente estético y de negocio: basta con recorrer la ciudad para ver el enorme desembarco de cuerpos fibrados, cuidados y volcados en las compras y los eventos sociales por unos días.
Las propias instituciones, desde ayuntamiento a Turismo de Barcelona han dado todo su apoyo a este encuentro anual, que comenzó con timidez y en siete años se ha convertido en una de las grandes citas del colectivo a nivel mundial.
Los comercios del Eixample se han entregado a la causa, a sabiendas de que el turismo gay, que deja 180.000 millones de euros anuales en todo el mundo y supone el 10% del flujo turístico, gasta más (en general) que la media. El segmento que llega este mes a Barcelona (en un 80% internacional), joven o de mediana edad, de nivel adquisitivo medio-alto, viene dispuesto a que su estancia sea lo más plácida posible.
A nivel interno, la organización ha contratado a 30 personas de forma fija para preparar la cita durante todo el año, que estos días llegan a ser unos 500, con los refuerzos. Solo los desplazamientos precisan de 70 autocares que recorren las citas diarias desde la plaza de Catalunya. Sin tregua y sin riesgos.
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