No hay nada tan cierto como ese dolor, que tan bien se refleja en la canción, que es ese corazón dolorido en el momento en el que un amigo se va,…
Esos días en los que la ausencia a causa del fallecimiento de un familiar o de un amigo cercano, te hacen recordar la fragilidad de la vida, y también, la necesidad no solo de vivir el presente, sino de asegurar el futuro a los que quieres. Y es en ese asegurar cuando una decide que es el momento de realizar el testamento. Ya sabemos que este tipo de trámites, al igual que el escoger el seguro de defunciones (lo que en muchos pueblos se llamaba “pagar los muertos”) no suele ser plato de gusto, y que casi siempre, se va retrasando en el tiempo, hasta que determinadas situaciones se imponen y no hay más opción que realizarlos. En el caso del Testamento, basta con acudir al Notario, con el DNI, y allí te formalizan el documento.
Normalmente se suele testar a favor del cónyuge y preservar la parte legítima que corresponde a los herederos. Las herencias, para que nadie se lleve engaños, se transmiten en línea vertical, es decir de arriba hacia abajo o bien, desde abajo hacia arriba. Así, si una persona fallece y deja descendencia, son los hijos los primeros en ser declarados herederos. Si por el contrario, al momento de fallecer no hay hijos pero siguen vivos los padres, éstos son los que se benefician del patrimonio dejado por el fallecido.
Lo más irónico, es que el cónyuge que tanto ha podido colaborar a aumentar el patrimonio, es el que sale peor parado en estos repartos por Ley. Al cónyuge solo le queda a veces un poco más que a los herederos si el fallecido ha dejado escrito que es “uno para otro” y que el tercio de Libre Disposición se empleé en mejorar la parte del cónyuge. Así que en el caso de matrimonios, es altamente recomendable acercarse al notario y dejar constancia de cómo se quieren repartir los bienes.
Existe la figura del Albacea, que normalmente es un poco el custodio de las voluntades del fallecido, al menos en lo que a reparto de bienes personales, de marcada carga afectiva (las joyas de la abuela, la chupa de cuero, los libros en rústica,…) y que también ha de quedar reflejada en el momento de realizar el Testamento. Lo mejor de todo, es que se pueden realizar tantos testamentos como se quieran, pero eso sí, el último es el que invalida a los demás, a no ser que en el Registro de Últimas Voluntades se haya consignado otra opción.
Otra de las cuestiones que hay que recordar en el tema de la herencia, es que no solo se reciben los bienes, sino también las deudas que tenga la persona fallecida. Así, se han producido casos en los que ante un aparente patrimonio, por el que los herederos han peleado entre ellos, se esconden grandes deudas que han supuesto la ruina o al menos mayores quebraderos de cabeza para los ilusionados herederos. Cuando se sospecha que las deudas pueden ser elevadas, o no se quiere hacer cargo del patrimonio que le podría corresponder por Ley, se puede acudir al Notario y realizar el Acto de Repudia de esa herencia.
¿Pero qué pasa cuando no quedan parientes de las líneas ascendentes ni descendientes? En ese caso, es muy recomendable dejar escrito a quienes se desea dejar los bienes. Los agraciados pueden ser los sobrinos de solo una parte, o los primos que te cuidaron, o los vecinos que siempre te escuchaban o diversas organizaciones. Y es que si no hay un heredero designado, los que pretendan quedarse con ese patrimonio van a pasar un clavario de trámites administrativos muy pesados, con sus consecuentes tasas e impuestos, claro está.
Y siempre existen esos testamentos en el que no hay herederos designados ni nadie que reclame la herencia, con lo que el Estado se queda todo el patrimonio del fallecido. Bueno, eso siempre que algún caza-talentos de herencias perdidas no reclame el porcentaje que por Ley le corresponde al avisar de esa situación.
Sea como sea tu vida: en matrimonio con descendencia o sin ella; en pareja o en libertad, es altamente recomendable que vayas al Notario, realices el Testamento y lo dejes lo más aclarado posible ante el fallecimiento que a todos nos vendrá en la vida. Tus familiares y amigos que heredan, te lo agradecerán, porque al menos una parte de los trámites se los ahorrarán.
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