No hace mucho ví una campaña por televisión en donde una fundación proponía que ahora serían los alumnos, los jóvenes los que enseñarían a los demás. En esta campaña televisiva se marcaban varias palabras y una de ellas era la de respeto. No es la primera vez que me planteo lo que significa esta palabra.
Si buscamos en un diccionario su significado, éste será: miramiento, acatamiento, veneración, reverencia, consideración, atención. ¿Verdad que casi ninguna de estas opciones se enseñan o se practican en las aulas con todo aquello que no sea “lo normal”? No hace falta que los mayores recordemos todos los subterfugios, trucos y demás posibilidades para tratar de adaptarnos a la “norma heterosexual” que realizamos en nuestra etapa de adolescencia. Por desgracia, esta situación todavía se vive en los colegios e institutos, en los que los jóvenes LGTB siguen sufriendo acoso, burlas, discriminación y encima con el conocimiento de los adultos. Estos hechos no son puntuales, sino que se alargan en el tiempo, por lo que al final los adultos (profesorados, jefatura de estudios, dirección y demás) son conocedores de la situación, y lo más duro es comprobar que no se hace nada, porque siguen pensando “que son cosas de chiquillos”.
El pasado año, de nuevo desde las asociaciones LGTB se marcaron como objetivo que los jóvenes no tengan que sufrir el acoso, que salgan del armario sin ser víctimas de las bullas y los insultos.
Sigo siendo escéptica en este terreno, y no porque no lo hayan intentado, es porque el tema de la sexualidad sigue siendo tabú. Y no me refiero a ámbitos educativos de temario católico, sino a los institutos de una ciudad como pudieran ser Ávila, Soria o Segovia, por ejemplo. En todas ellas, las únicas actividades que sobre afectividad y sexualidad se imparten las realiza Cruz Roja, incidiendo como siempre en la prevención de enfermedades y embarazos, todo ello dirigido a los jóvenes pero nada destinado a los adultos responsables. Todavía no he conocido un taller dirigido a estos profesionales de la enseñanza en estas ciudades. Ellos deberían de ser los primeros en estar informados y en saber actuar para cortar de raíz cualquier brote de homofobia entre los estudiantes y en cambio con su silencio y su falta de actuación ante esos hechos, siguen dando alas a los acosadores de las aulas.
Esperemos que este año no tengamos que escuchar que algún adolescente se ha suicidado porque no soportaba la presión a la que le sometían sus compañeros de clase por el hecho de amar de manera distinta a la normativa heterosexual.
Foto manzanas por Ilco
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