Estos días de julio, una vez que ya han pasado los célebres Orgullos de casi todas las ciudades importantes, es el momento de tomarse un descanso, más que merecido.
A nuestra disposición, en el panorama nacional aparecen multitud de ofertas de playa, sol, fiestas o con algo de relax, si así se prefiere. Y muchos de estos establecimientos de costa, en principio, no se preocupan por el tipo de clientes que allí acuden: parejas de novios heterosexuales no casados, recién casados, familias con prole y abuelos, solteros en busca de ligues,…, y por supuesto, parejas LGTB, matrimonios LGTB con o sin hijos. Vamos, una oferta de clientes de lo más diversa, que buscan todos esos días de playa y de fiesta o de descanso y de disfrute familiar.
Pero la situación se altera ligeramente cuando los clientes están pensando en alojamientos del entorno interior o de montaña. No es la primera vez, que en diferentes folletos o páginas dedicadas al público LGTB, aparecen anunciadas casas rurales, que aparentemente hacen alarde de apertura en el tema LGTB. Allí, el cliente está más en contacto directo con el resto de las personas que se alojan en la casa y con los propietarios de la misma. Y es entonces a la vista de dos personas del mismo sexo cuando pueden surgir ciertos roces, que algunos de los propietarios camuflan con excusas de lo más variopintas. Una de esas excusas es la de lamentar que solo haya camas de matrimonio, situación que es justo la que esperan las parejas LGTB, pero que a muchos hosteleros todavía descuadra. Otra es la de comentar que hay familias con niños, como si las personas LGTB no formasen familias propias o fuesen extraterrestres alejadas del contacto con niños, y recomendando cierta discreción. ¿Y acaso les piden discreción a las parejas héteros cuando se besan? Es en esos momentos cuando una se plantea el porqué aparece anunciado ese establecimiento en una página orientada hacia el público LGTB y llega a la conclusión: el dinero que ese segmento de población maneja según ciertas encuestas y estudios.
Y es entonces cuando una que ya está allí, llega a pensar que quién se dedica a realizar esas encuestas y estudios. Es cierto que una parte importante de las personas LGTB viven solas o en parejas, y que ahora se está produciendo un fenómeno más visible de estas parejas. Y también es cierto que hay muchas familias LGTB con hijos y estos niños juegan y se relacionan como cualquier otro niño. Y si nos dedicamos al tema económico ya la situación es un tanto absurda, porque no todas las personas LGTB nos dedicamos a negocios que muevan miles de euros; ni todas estamos montadas en el euro; ni somos políticos de alto nivel; ni tenemos asegurada las pensiones del mañana. La realidad de las personas LGTB es la de la gran mayoría de la población de este país: unos con estudios básicos; otros con estudios universitarios de lo más variado; y las profesiones abarcan desde cajeros, reponedores de supermercados, estilistas y peluqueros, fontaneros, electricistas, pescaderos, carniceros, administrativos, mecánicos, bomberos, policías, personal del ejército, profesores, y así un largo etcétera, que desde luego no es que sean oficios para tirar cohetes.
Así que volviendo al tema de las vacaciones, yo pediría a los diferentes portales de turismo LGTB que antes de publicitar a los establecimientos de hostelería, se asegurasen que estos lugares son verdaderos LGTB-friendly y no unos meros oportunistas. No estamos las personas LGTB para que las vacaciones se nos arruinen por culpa de unas ideologías que no merecen más calificativos.
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