Durante los años en los que los nazis estuvieron al frente del Tercer Reich muchos fueron los colectivos perseguidos y a los que se intentó eliminar, tan solo por pertenecer a una religión, etnia o idea política distinta.
La homosexualidad era otro de los males que debían de extirpar de la sociedad. La consideraban una enfermedad y creían que podrían cortarla por lo sano castrando, esterilizando o simplemente exterminando a todos aquellos que tuviesen una tendencia sexual diferente. El símbolo con el que diferenciaban a los presos homosexuales del resto era con un triángulo de color rosa y con la punta mirando hacia abajo, segun un articulo publicado por yahoo.com
Pero el problema se les planteaba cuando esos homosexuales no solo se encontraban entre personas de otras etnias, sino que también los había entre los considerados como ‘arios’, siendo algunos de ellos destacados miembros del partido e incluso del gobierno, con algunos importantes nombres como Ernst Röhm, militar, ministro sin cartera del primer gobierno de Hitler y uno de los fundadores de las SA o Karl Ernst, líder de esta organización y destacado dirigente del Partido Nazi.
Ante tal problema ¿qué se debía hacer con ellos? Evidentemente, los jerarcas eran conscientes de que no se les podía dar el mismo trato que a un judío, gitano o negro homosexual, pero había que encontrar una cura que reconvirtiese en heterosexuales a todos aquellos arios que, según los nazis, padecían la enfermedad de la homosexualidad. La potente homofobia de algunos miembros del Tercer Reich hizo que se acabase con la vida de algunos miembros destacados, como ocurrió con los mencionados Röhm y Ernst.
El doctor Carl Vaernet, mayor de las SS y médico en el campo de concentración de Buchenwald, fue la persona elegida por Himmler para experimentar y conseguir algún remedio infalible con el que extirpar la homosexualidad, vistos los nulos resultados que habían logrado hasta la fecha.
Los experimentos que hasta entonces se habían llevado a cabo en el campo de concentración con presos consistían en obligar a mujeres a acostarse con homosexuales, ofreciéndoles diferentes recompensas y beneficios si conseguían ‘reconvertirlos’. Evidentemente fue un fracaso absoluto, por lo que se optó por técnicas quirúrgicas entre las que se encontraban extirpar el pene o la castración de los testículos, con lo que se evitaría que tuvieran ‘impulsos sexuales hacía otros hombres del mismo sexo’.
También se trató de encontrar el ‘gen’ que convertía en invertidos a los hombres y poder así extirparlo. Toda esta experimentación realizada con presos se llevó la vida de muchos de ellos.
Vaernet y su equipo médico estaba en el convencimiento de que la homosexualidad se podía transmitir a los hijos, siendo los varones quienes la portaban y de ahí todo el empeño en curar la enfermedad en los hombres sin ponerle demasiado tenacidad en curar a las lesbianas, quienes no representaban grandes problemas para ellos. De hecho, creían que éstas podían ser igualmente inseminadas por alemanes arios y que les nacerían niños sanos y perfectos. Por tal motivo también se intentó esterilizar al máximo número posible de hombres homosexuales para que no pudiesen transmitir sus genes dañados a nuevas generaciones de alemanes impuros.
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De todas maneras, nosotros añadimos algo, ¿no os suena, salvando las distancias, a determinada gente que insiste hoy en día en curar la homosexualidad?
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