Uno de estos días estaba en la parada del autobús donde coincidí con un grupo de adolescentes. Se encontraban hablando por encima de sus cosillas y no recuerdo cómo salió la pregunta de si alguno de ellos tenía novio/a. Por supuesto, todos daban por sentado entre ellos que eran heterosexuales.
Pasando por alto este tema de definición afectivo-sexual, me quedé con la impresión de que para algunos era de vital importancia encontrar pareja. No es que una fuese indiscreta, pero ya sabemos que los jóvenes a veces no tienen idea del volumen que emplean en sus conversaciones, así que me convertí en una oyente improvisada. Me dieron a entender que sin otra persona en su vida, no servían para nada. Aquí me volví a encontrar con el mito de la media naranja y de la necesidad de emparejarte para ser feliz.
La verdad es que vivimos en una sociedad que nos ha transmitido y por lo visto sigue transmitiendo la idea de que las personas no son completas sino se buscan pareja. Creo recordar que este mito hunde sus raíces en Platón, quien explicaba lo de la separación del alma y cómo ésta trata de unirse de nuevo a través del cuerpo que la habita.
A pesar del tiempo transcurrido y de que según la doctrina judeo-cristiana (y también musulmana) de que el alma está completa y acabada en cada persona, existe una parte del mito que ha sido trasplantada y que aún perdura. Es más, en muchas ocasiones es tal la presión que se ejerce para encontrar pareja que la persona ya no posee tanta libertad para emparejarse (si lo desea), sino que se convierte en un imperativo y comienza una especie de “caza a tu pareja”. Esto desemboca en situaciones más o menos felices y más o menos estables. ¿Quién no conoce casos de parejas que no comparten nada y que en cambio tratan de mantenerse unidas a toda costa? Si esto les sucede a los adultos, aumentado en ocasiones por el sentimiento de soledad, qué no les pasará a los jóvenes con todas las dudas que se plantean en el despertar a la vida.
Deberíamos de insistir en que la persona es una unidad completa, única y que tan solo si lo desea debe tener la libertad de encontrar y compartir la vida con otra persona. Esa otra persona ha de ser capaz de darle libertad, porque si pensamos en mitades de naranjas que se acoplan, ya no habrá posibilidades de crecimiento. Sería mejor tener en mente lo que sucede con las burbujas del jabón, que se unen sin perder su propia esfera interna, o también como ese logotipo de una entidad financiera para promocionar sus tarjetas de crédito en donde aparecen los colores entrelazados, pero no aniquilándose uno al otro. De esta manera, siempre hay posibilidades de crecimiento personal y de interrelacionarse con otras personas, y así crecer más y mejor en la vida.
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