En ciertas sociedades de Nueva guinea Papúa, en ciertas tribus andinas y en algunas áreas de Africa y Asia, las relaciones homosexuales entre hombres son generalizadas e incluso obligatorias durante prolongados periodos en la vida del individuo del sexo masculino, sin que ello plantee conflicto con la relación heterosexual y la formación de familias.
La valoración que se hace de la homosexualidad difiere según las culturas. En su obra The Homosexual Matrix, C. A Tripo menciona como en las sociedades donde las relaciones homosexuales entre hombres son generalizadas y consideradas como deseables, ello va asociado a una glorificación de lo masculino y a una marginación de la mujer. En cualquier caso, la supremacia masculina ha sido y es un hecho en la inmensa mayoría de las culturas le del mundo, con lo que quizás sea más adecuado hablar de una agudización de los valores masculinos en las sociedades donde la homosexualidad masculina tiene un papel público y aceptado.
Algunos antropólogos creen que la práctica de la pederastia se remonta a tiempos prehistóricos. Weston La Barre, por ejemplo, cree que la pederastia ritual va unida al canibalismo y a la caza de cabezas, y que, lo mismo que el canibalismo y la caza de cabezas, tenía como objeto la adquisición de virilidad y cualidades guerreras y de buen cazador. Esta transmisión de cualidades se producía en las prácticas caníbales mediante la ingestión de carne humana, y en la pederastia mediante la ingestión de semen de los guerreros por parte de los miembros más jóvenes de la tribu. Evidentemente, lo que subyace a este tipo de idología primitiva es una extraordinaria valoración de lo masculino sobre lo femenino. David Greenberg puntualiza que las relaciones homosexuales se encuentran allá "donde más se las necesita para consolidad el poder de los hombres frente al reto de las mujeres".
A veces, la relación homosexual tiene como objeto el mantener un status quo jerarquizado de posesión de mujeres. Por ejemplo entre los aborígenes australianos los ancianos de la tribu son quienes determinan la posibilidad de adquirir esposa (a quienes se valora sobre todo como recolectoras de alientos). Un padre que tiene hijas en edad de casarse puede decidir intercambiarlas por más esposas para sí mismo en vez de para sus hijos, quienes de este modo se quedan sin posibilidad de casarse. Un hombre en esta situación puede optar por comprometerse a adquirir como esposa a una niña recién nacida cuando crezca. Pero mientras la futura esposa alcanza la edad del casamiento el joven está autorizado a tomar al hermano mayor de la niña como sustituto y a tener relaciones sexuales con él, aunque sin penetración. Entre los bora, un pueblo de aborígenes australianos, los adolescentes ingieren el semen de los hombres jóvenes de la tribu en la creencia de que el semen ayuda a preservar la vida.
Tambien la exogamia se ha propuesto como una posible explicación del fomento de la conducta homosexual en algunos pueblos. Por ejemplo, al analizar el caso de los marindo de Nueva Guinea Papúa, Greenberg propone la teoría de que las prácticas homosexuales en las que se alienta a los jóvenes a que practiquen están relacionadas con el hecho de que los matrimonios son exogámicos. Al casarse los hombres con mujeres de fuera de su clan y pertenecientes a alguna aldea vecina, sus esposas siempre son vistas como posibles aliadas de sus también potenciales enemigos (es decir, las aldeas vecinas con las que frecuentemente entran en guerra). Por ello, es de crucial importancia el evitar que los hijos se alíen con sus madres. Con objeto de impedirlo, se separa a los niños tempranamente de sus madres y se les hace identificarse con sus padres. Dentro de este esquema, según Greenberg, "las prácticas homosexuales contribuyen a que tal identificación se cumpla mediante el establecicmiento de una asociación prolongada e intensa (del adolescente) con un hombre mayor e imbuyendo esta relación de tensión erótica".
Y continúa:
A los hombres jóvenes se les enseña que las mujeres son peligrosamente contaminantes, y que la relación heterosexual es dañina para los hombres, que eviten a los mujeres y que limiten a lo mínimo su relación sexual con ellas. La creencia de que el semen que reciben de otros hombres consolida su masculinidad es el que les garantiza que cuando les llegue el momento de casarse no correrán peligro de afeminarse.
Es sin embargo, significativa una puntualización que hace este autor al comentar el caso de los sambia, otro pueblo de Nueva Guinea Papúa donde también se practica la homosexualidad obligatoria. Señala que "hay unos pocos de entre los jóvenes sambia a los que nunca les llegan a gustar las prácticas homosexuales; participan e n ellas porque no les queda más remedio, pero las abandon tan pronto como su sociedad se lo permite."
Es precisamente esta observación de Greenberg lo que mejor deja entrever el auténtico significado del concepto de "construcción " de la sexualidad. Baste señalar por el momento que las distintas sociedades "construyen" su sexualidad como predominantemente heterosexual (tal es el caso de la mayoría de las sociedades ) u homosexual.
En la construcción social de la sexualidad no entra en juega la auténtica preferencia sexual del individuo. La sociedad define, por así decir, lo que es sexualmente correcto, y el individuo durante su época de aprendizaje (salvo que sea un rebelde precoz) adecua su comportamiento a lo que se le dicta. En el mundo occidental, donde impera la heterosexualidad obligatoria, se espera de todo adolescente que se comporte como si fuera heterosexual, sin consideracion alguna por su auténtica inclinación. Sin embargo, algunos (los que tiene una orientación claramentee homosexual nunca llegan a identificarse con la norma heterosexual, en cuanto les es posible se aparten de ella. Como sería de esperar, y tal como la observación de Greenberg nos confirma, el caso inverso ocurre en las sociedades donde impera la homosexualidad obligatoria.
Son también numerosas las sociedades en las que la homosexualidad, aunque no obligatoria, está institucionalizada. Un conocido ejemplo de tal tipo de institucionalización lo constituye la figura del Berdache entre algunos pueblos nativos de Norteamérica. Los berdaches, ya desaparecidos o de los que sólo quedan restos muy simbólicos entre los actuales indios americanos, representan un caso único de homosexualidad asociada a transformación de género. Un misionero francés del siglo XVIII los describía como "afeminados y lascivos en exceso" , a lo que añadía que son:
hombres a los que no les da vergüenza llevar ropa de mujeres y dedicase a las tareas de las mujeres, de lo que se sigue una corrupción que no puedo ni expresar. Se comportan como si esta costumbre fuera algo proveniente de su religión. Estos afeminados nunca se casan y se dejan llevar por las pasiones más degradantes.
También había mujeres berdaches (aunque mucho más raramente) que vestían como los hombres, iban con los hombres a la guerra, cazaban y se casaban con mujeres. En algunos casos, este sexo era sólo parcial. En algunos grupos, los hombres berdaches cazaban y luchaban con los demás hombre, aunque vestían como las mujeres, mientras que en otras tribus ni siquiera vestían como mujeres. El papel de berdache no era necesariamente permanente, Greenberg cita casos de hombres que eran berdaches durante su vida joven, pero después abandonaban ese status y se casaban con varias mujeres.
No todos los berdaches eran homosexuales ni todos los homosexuales eran berdaches. Además, el transformismo de género de que hacía gala el berdache era objeto de una actitud ambigua por parte de la tribu, aunque en general recibía una cierta veneración. Sin embargo, en las sociedades de Nueva Guinea, donde se practica la homosexualidad obligatoria (íntimamente asociada como hemos señalado, a un predominio y sobrevaloración de lo masculino), tal cambio de género colocaría al individuo en una situación de total inferioridad. Esto parece reflejar el hecho de que en las sociedades donde se respeta y venera al hombre que adopta un papel femenino, las mujeres cuentan con un status social superior, todo lo contrario de las sociedades en las que se ha implantado la homosexualidad obligatoria.
Son numerosas también las sociedades en que las relaciones homosexuales tienen una función instrumental. En estas sociedades, a diferencia de las sociedades donde está establecida la homosexualidad obligatoria, la instrumentalidad es pasajera (cubre una necesidad momentánea) y no constituye la base del sistema social. Un ejemplo al caso es el de los Kanka Popinee de Nueva Caledonia, en la Melanesia, en que los jóvenes " se consuelan mutuamente" entre la pubertad y el matrimonio porque el jefe de la tribu tiene el monopolio sobre las mujeres jóvenes.
Algunos estudios antropológicos apuntan a la falta de acceso a mujeres como un detonante de la conducta homosexual entre individuos que normalmente optarían por la relación heterosexual. Entre los bangaleas de Africa un hombre podía ser ejecutado por penetrar analmente a una muer. Sin embargo, la penetración anal de otros hombres que tenía lugar cuando estos se encontraban separados de sus esposas alejados de sus poblados, era común y no conllevaba ningún tipo de vergüenza.
Una función claramente instrumental también es la de la conducta homosexual de los hombres jóvenes entre los indios del noroeste amazónico, quienes se dedican a seducir a los jóvenes solteros de otros poblados que van de visita al suyo con el fin de mantenerlos alejados de las mujeres de su poblado.
Extracto del interesantísimo libro de Juan A. Herrero Brasas, titulado "La sociedad gay. Una invisible minoría", editado por Foca.