Algunas peor que otras -cierto- pero hay cosas que los gais no llevamos especialmente bien. Llevamos perfectamente bien el reparto de las tareas domésticas, somos absolutamente leales y honestos con nuestros verdaderos amigos, nos desvivimos por aquellos a los que queremos sinceramente y somos muy claritos porque nos encantan las cosas claritas. Pero otras cosas, como la gestión de nuestras emociones, a veces nos traen por la calle de la amargura.
Gestión emocional y afrontamiento de problemas.
La gestión emocional es la capacidad que tenemos para reducir la intensidad de nuestras emociones y/o transformarlas en emociones distintas. Por ejemplo, aparece un problema inesperado en la oficina (un informe erróneo) y nos surge una emoción como, por ejemplo, la ansiedad. A partir de aquí o bien hacemos algo para reducirla (respiramos profundamente) o hacemos algo para convertirla en otra emoción distinta como puede ser el interés (recabando datos y aprovechando nuestro nivel de activación para ser efectivos en la búsqueda de soluciones).
Sin embargo, lejos de ser un proceso sencillo, la gestión emocional es bastante complicada y para nosotros –los hombre gais- puede hacerse más difícil debido a que hemos vivido situaciones que nos han marcado en momentos en los que éramos mucho más vulnerables emocionalmente. Naturalmente que estas “mochilas” se pueden superar y dejar resueltas por completo (si no, de qué iba yo a estar ahora haciéndome el chulito sobre aprender a gestionar nuestras emociones, jeje).
Para seguir correctamente el resto del artículo, debes tener presente el diagrama sobre gestión emocional y adicciones de proceso que acompaña a este texto. Es muy importante que lo tengas presente ¡e incluso que lo memorices!
Clásicamente, en psicología, se dice que existen tres formas de afrontar los problemas: 1) evitarlos, el “no-afrontamiento” es un tipo de afrontamiento” 2) afrontar el problema “cogiendo el toro por los cuernos” y buscando soluciones y 3) afrontando las emociones que el problema te provoca. Si, por ejemplo, tuvieses un problema familiar podrías 1) olvidarte de ello volcándote en tu trabajo, 2) podrías solucionarlo hablando lo que debas hablar con tus familiares o 3) podrías tratar de hacer algo para manejar la ansiedad que te provoca estar a malas con tu familia.
Este esquema tan básico puede complicarse un poco cuando te toca vivir una vida “extraordinaria” (o no-estándar). Hay vidas que parecen un gran salto al vacío, te arriesgas tanto que es mejor contar con alguien que te guíe antes de que te estrelles.
.De cuando aprendimos a sentirnos indefensos.
Hay un estado psicológico, al que llamamos “indefensión aprendida”, que se caracteriza por la sensación de que uno está indefenso ante la vida, que no tiene control sobre nada de lo que ocurre y que, por tanto, nada de lo que haga servirá para solucionar los problemas que le acechan. Aunque suene exagerado, en muchos gais es fácil que se desarrolle este estado de indefensión aprendida que, entre otras cosas, nos hace proclives a estados de humor depresivos y a estar a la defensiva (estamos siempre “`preparados para lo peor”). Como ya he comentado en artículos anteriores (“Homofobia interiorizada”, “Ligado a ti” o “Por favor, cortéjame”) los gais vivimos situaciones verdaderamente ansiogenas en momentos demasiado tempranos de nuestra vida con lo que es fácil terminar desarrollando el esquema metal de que el mundo es un lugar amenazador y dentro del cual, hagamos lo que hagamos, siempre se nos “acabará notando que soy maricón y alguien vendrá a insultarme por ello” (recuerda el colegio... ¡o la oficina!).
Aparte de lo ya mencionado sobre que la indefensión aprendida nos da puntos para desarrollar una depresión, hay otro efecto perverso en este estado: incorporas la creencia de que, hagas lo que hagas, no podrás solucionar tus problemas: ¿para qué intentarlo siquiera si, ¡total!, no hay nada que hacer y -más tarde o más temprano vendrá alguien a joderte la vida?
Si nos vamos al diagrama sobre la gestión emocional, verás que la vía de la solución de problemas está tachada y marcada con un “indefensión aprendida”. Si hemos interiorizado la convicción “inconsciente” de que no podemos hacer nada para solucionar nuestros problemas ni siquiera lo intentaremos y, de este modo, la única vía que nos queda disponible para afrontar las situaciones es a través de la gestión de la emoción. No pienses que esto de la indefensión aprendida es una cuestión de “todo o nada” (en el ser humano todo es siempre una cuestión de matices, de grados). Puedes tener un cierto nivel de indefensión aprendida que se refleje, por ejemplo, en tu nivel de inseguridad. Ser inseguro puede tener que ver con haber interiorizado el esquema mental de que uno no será demasiado eficaz solucionando problemas y eso es un modo de verse a uno mismo indefenso (haga lo que haga, no seré lo suficientemente eficaz como para solucionar mis problemas).
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